En lo insensato del reloj es creado el nuevo día,
autobuses moribundos, perversiones retinales.
Nadie ayuda al verdugo de los sueños
a secar las lágrimas ajenas.
Acechan en la esquina los profetas
con su arsenal de paraísos perdidos,
impunes asesinos de nuestro destino.
El corazón de la ciudad está podrido,
nadie acude en su auxilio, lo ignoran,
transitan ensimismados en su propia miseria
sin tiempo para huir de la tragedia
07 octubre 2008
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